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martes, 8 de mayo de 2012

Socialización intelectual y marxismo occidental


Socialización intelectual y marxismo occidental

Clío frente al espejo. Un socioanálisis de E. P. Thompson Universidad de Cádiz, Universidad Autónoma Metropolitana de México. 2011, 342 pp.


El pasado 4 de mayo en la Universidad de Sevilla tuvo lugar la presentación del libro de nuestro compañero Alejandro Estrella Clío frente al espejo. Un socioanálisis de E. P. Thompson. A continuación comparto con ustedes el texto de la presentación.

Clío frente espejo nos propone de entrada el ejercicio de evaluación del propio punto de vista intelectual, que idealmente y todos estaremos de acuerdo, debe apuntar a la objetividad y la autonomía. No obstante, Alejandro comienza advirtiendo sobre la pertinencia de un ejercicio de distanciamiento, necesario para poder apreciar la doble verdad de la ideología intelectual, la condición paradójica del «punto de vista puro»: como posibilidad abstracta que, sin embargo, es consecuencia de un conjunto de condiciones objetivas particulares: básicamente tiempo y ambiente cultural, pero también de las pulsiones individuales socialmente adquiridas que configuran una subjetividad intelectual y no otra. Este es un principio teórico-metodológico fundamental, a la vez que funciona como  ejercicio de autorreflexividad que permite tener mayor consciencia de los límites y potencias del propio trabajo como historiador, sociólogo o en general como intelectual.   

Con esta premisa Alejandro se lanza al abordaje de Thompson, en una narración de su trayectoria intelectual que parte de la configuración de Thompson como un personaje poseedor de un conjunto de características específicas, que se va  encontrando, en un proceso de ruptura y continuidad, con los diferentes contextos en los que se forma su singularidad como historiador. 

El trabajo que nos ofrece Alejandro es una aproximación clara y asequible, sin por ello perder en precisión y profundad, a la socialización política e intelectual y, por tanto, al núcleo de la configuración del pensamiento de uno de los autores más influyentes de la historiografía contemporánea y representante destacado de un brazo específico dentro del contexto del marxismo occidental. En este sentido el trabajo de Alejandro permite precisar, pulir si se quiere, este mapa del marxismo occidental que comenzara a dibujar Perry Anderson en los años setenta. Anderson que corrigió su ángulo de mirada y advirtió en 1986 sobre la importancia de la historiografía británica como una tradición destacada, con característica particulares y grandes potencialidades, dentro de la cultura marxista. En el libro de Alejandro encontraremos un excelente trabajo de síntesis que explica cómo llega esta tradición desde la interpretación liberal-whig pasando por la aparición de la historia social, en el transito del siglo XIX al XX, hasta la generación de Thompson y la configuración de una escuela historiográfica marxista propiamente dicha. Precisamente un punto fuerte del trabajo de Alejandro es la solvencia con la que consigue abordar el encuentro entre  historia individual y contexto social e intelectual, en un enfoque que combina la perspectiva genética ―los posibles dentro de un campo― con la perspectiva sincrónica ―la interpretación de los textos―. El libro de Alejandro es un trabajo que enseña sus costuras, un trabajo donde los principios teórico-metodológicos están a la vista y organizan de tal manera la narración que al leerlo se base que el autor no escatimó en la precisión de cada párrafo. 

Por último, me voy a permitir un breve ejercicio de comparación con España. El marxismo español fue ubicado por Anderson bajo la sombra francesa y por lo mismo relegado a la invisibilidad en sus ensayos. No obstante, España sí dio intelectuales marxistas aunque fuese de forma tardía. El marxismo español, como ha apuntado José Luis Moreno Pestaña en varias oportunidades, es de origen orteguiano y la gran mayoría de sus representantes estuvieron vinculados al falangismo en la etapa universitaria. Por otra parte, el marxismo español de los años sesenta estuvo inevitablemente condicionando por la importación de filosofías extranjeras, especialmente a la filosofía del hexágono en pleno auge del estructuralismo y de la escolástica nietzscheana.  

En este línea comparativa el trabajo de Alejandro nos permite salvando las distancias, o mejor dicho teniéndolas en cuenta, cotejar la trayectoria Thompson con la trayectoria de Manuel Sacristán (por muchos considerado el más importante marxista español a pesar de su escasa obra). Tanto Thompson como Sacristán presentan algunas similitudes en su etapa más temprana. Ambos personajes provienen de familias de clase media en las cuales tuvieron una infancia marcada por la religión, la escuela, y por una cultura artística literaria; ambos personajes fueron elegidos por la institución escolar; ambos, aunque en condiciones diferentes, incorporan muy jóvenes la pulsión política y estabilizan personalidades complejas donde se conjugaban propiedades contradictorias.
    
No obstante, estas similitudes y la contemporaneidad (Thompson nace en 1924 y Sacristán en 1925), los contextos a los que se enfrentaron fueron sustancialmente diferentes. Thompson, proveniente de una familia de intelectuales, poseía un capital cultural de origen más rico que el de Sacristán. Thompson, según informa Alejandro, se formó en el Cambridge de los años 30 que conformaba junto con Oxford la élite social y cultural de la academia británica. Este espacio se caracterizaba por la hegemonía de una cultura literaria-aristocrática en un contexto de radicalización universitaria izquierdista. Sacristán, por su parte inserto en las redes sociales del funcionariado falangista, protagonizó la efervescencia cultural de la pequeña burguesía barcelonesa de la primera mitad de la década del cincuenta. En la universidad rompe en con el proyecto paterno que le destinaba a estudiar derecho y opta por su contracara la filosofía, en un contexto de desgate de la ideología falangista en la que había militado con ardor. 
     
En 1942 cuando Thompson entra al PCBG tenía 18 años de edad. Peleó en Italia frente al avance Nazi y tras guerra participó en la reconstrucción yugoslava. La militancia fue para Thompson el contexto a través del cual entra en contacto con otros intelectuales comunistas (como Hobsbawn, Hill o Morris) por tanto, su identidad como intelectual y como historiador se forjó en el grupo de historiadores del PC en los años cuarenta. Por su parte Sacristán, cuando entra en el PCE en 1956 contaba 31 años de edad, para entonces había acumulado amplios y variados recursos culturales, desde el existencialismo pasando por la literatura hasta la lógica formal. Una inmersión total en la vida de la militancia clandestina le alejó del ámbito de socialización cultural en el que se había movido hasta entonces. Aunque Sacristán ejercitó el proselitismo entre sus amigos, la opción de entrar en el PCE clandestino en 1956 parecía poco atractiva por radical.
Se impone considerar 1956 como una fecha clave. Si para Sacristán significó un momento de decisión vital, en el que optó con la misma potencia radial por el trabajo de la militancia clandestina como por la posibilidad de convertirse en el gran marxista español; para Thompson y el grupo de historiadores del PC británico la invasión a Hungría por parte de la URSS cerraba un capítulo inaugurado por ellos antes y condiciones muy diferentes.
Thompson, como relata Alejandro, a diferencia de Sacristán, tuvo un a trayectoria institucional e intelectual ascendente: ejerció desde joven como profesor de historia y literatura para adultos en un departamento externo de la universidad de Leeds, tras la ruptura con el PC en 1956 y el desvanecimiento de la experiencia de la New Left que le siguió, Thompson se consolida en el ámbito historiográfico con la publicación de The making of the English working class. También su posición institucional mejora y se estabiliza,  ejerciendo como director del centro de estudio de historia social de la nueva Universidad de Warwick. Sacristán por su parte, política e intelectualmente inoportuno para la academia española, no consiguió estabilizar su vida académica. Una vida marcada por la precariedad condicionó su labor intelectual. En el contexto español de una escasa tradición marxista y de la implantación en los años sesenta de una neoescolástica de las tendencias extrajeras, Sacristán ―filósofo orteguiano, existencialista y especialista en lógica― era potencialmente una mina de oro y no sólo para el marxismo español.  
La historia común que late detrás de las trayectorias de estos dos personajes es la historia del fracaso del movimiento emancipatorio del siglo XX. La relación siempre conflictiva entre intelectuales y partido encuentra su piedra de toque en este fracaso, fracaso frente al cual todo intelectual marxista del siglo XX tuvo que posicionarse. Para finalizar sólo quisiera agregar que una de las grandes virtudes de este libro de Alejandro Estrella es que nos habla de las condiciones, tanto objetivas como subjetivas, que posibilitan la reconversión del fracaso político en potencialidad intelectual, potencialidad que nunca es completamente ajena a lo político, especialmente en el caso de E.P. Thompson.

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