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domingo, 14 de febrero de 2016

Erosión de la participación ciudadana en la movilización social: cierres organizativos y repliegues sobre el capital escolar

Imagen de Edu Bayer ilustrando el artítulo “15-M, una fecha especial”, eldiario.es

La irrupción del movimiento 15M y todos los procesos que lo propiciaron, resonaron y colaboraron con él han impulsado una sacudida contundente del campo político colocando en el centro del debate dos elementos fundamentales e íntimamente ligados. a) La necesaria transformación de su lógica estructural, cuya dinámica estaba completamente ordenada sobre la ruptura entre representantes y representadas, entre los y las profesionales de la política y el mundo profano; y b) la convicción de que las decisiones políticas solamente serán efectivas y eficaces para las poblaciones a quienes dicen representar (o ir dirigidas) cuando éstas mismas tomen parte de los procesos de deliberación, representación y toma de decisiones.

A través del análisis de material etnográfico producto de un estudio de caso sobre el movimiento 15M, he explorado analíticamente dos formas concretas (hay más) que erosionan las posibilidades de una participación social plural y diversa en asambleas igualitarias: los repliegues sobre el capital escolar y los cierres sobre el capital militante. Este trabajo ha quedado publicado en el artículo “Erosión de la participación ciudadana en la movilización social: cierres organizativos y repliegues sobre el capital escolar” (revista Empiria, nº33, pp. 65-87). Porque toda apuesta de radicalidad democrática está acechada por diversas derivas que terminan fulminando cualquier aspiración igualitaria, salvo que se corrijan mediante procedimientos institucionalizados de reparto de responsabilidades y gestión de los procesos de deliberación y toma de decisiones (sorteo y rotación). 

Este artículo recoge, además, un diálogo entre la corriente preponderante en nuestro contexto, la escuela anglosajona del campo de las ciencias políticas, con una tradición tremendamente rica y lamentablemente poco recepcionada (menos aún operativizada empíricamente) como es la escuela francesa bourdisiana. Todo ello a propósito del análisis del proceso de enmarcado y la construcción de la dimensión colectiva (en tanto que problema y producto de un trabajo social) y del desarrollo de los conceptos de capital militante y capital escolar.

Un análisis de estas características sobre movimientos con claras apuestas democráticas y organización asamblearia suele resultar desconcertante pues apunta a detonar buena parte de las idealizaciones que mantenemos cotidianamente sobre colectivos dinamizados por el desinterés y la ausencia de retribuciones materiales directas ligadas a la representatividad institucional: el espacio de los movimientos sociales. Pese a todo, y desde el más escrupuloso compromiso político y científico, merece la pena una aproximación etnográfica a estos procesos de deterioro democrático. Porque cualquier proceso asambleario ciudadano debe ser capaz de combatir los cierres organizativos que impidan ingresos de las más variadas posiciones y trayectorias sociales; el establecimiento de una división social del trabajo contestatario al interior de la organización; así como la colonización de rutinas y estructuras de funcionamiento importadas del mundo escolar. 

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